Los fitosanitarios son todas aquellas sustancias o mezclas de sustancias utilizadas para mantener la sanidad de un cultivo, de una planta o de los productos generados en ella (tratamientos postcosecha). Hemos utilizado la palabra sanidad precisamente para destacar que los fitosanitarios también tienen como fin que el producto agrícola sea saludable para su consumo; tanto humano como animal (piensos).
Los fitosanitarios también se denominan agroquímicos o plaguicidas. Los plaguicidas, como bien indica su nombre, tienen como función acabar, reducir la incidencia o prevenir, la acción negativa de plagas sobre un cultivo o su cosecha.
Los principales fitosanitarios utilizados son frente a: hongos (fungicidas), insectos (insecticidas), ácaros (acaricidas) bacterias (bactericidas), malas hierbas (herbicidas), moluscos (molusquicidas), nematodos (nematicidas) y pequeños roedores (rodenticidas). También contamos con desinfectantes de suelos y distintos preparados para utilizar como atrayentes (cebos de trampas) o por el contrario como repelentes.
Los fitosanitarios se dispensan en distintos formatos:
- Fitosanitarios en forma sólida: en polvo, soluble, mojable, cebos granulados, etc.
- Fitosanitarios en forma líquida: concentrados solubles, con coadyuvantes adherentes para las hojas, etc.
Los fitosanitarios se ocupan de mantener sano el cultivo y su producción durante todos los procedimientos de cosecha, almacenamiento y transporte; y repercuten directamente tanto en el nivel de producción, en la calidad del producto y en la durabilidad de estos durante todo el proceso de almacenaje y comercialización.
Queremos destacar que el nivel de producción agrícola actual sería totalmente inviable sin la existencia de fitosanitarios. Por poner algunos datos esclarecedores, para producir 1 kg de carne de vacuno son necesarios 7,2 kg de grano.
La comercialización y utilización de productos fitosanitarios está fuertemente regulada con el fin de asegurar la calidad de los alimentos y evitar los efectos negativos que pudieran tener sobre el medio ambiente (flora, fauna, suelos, agua) o la toxicidad sobre humanos. Por ello la gestión adecuada del uso de los fitosanitarios forma parte de las buenas prácticas agrícolas, que además, pueden certificarse, aportando un valor añadido a nuestra producción.
Así, para que un determinado fitosanitario pueda comercializarse en España debe estar autorizado y registrado en el Registro Oficial de Productos Fitosanitarios. Al comprar en las tiendas locales de suministros agrícolas podemos tener la seguridad de que se cumple con esta normativa. Sin embargo, en las ventas por internet a puntos fuera de España o la Unión Europea no tenemos la seguridad de que esos productos estén autorizados, y, por ahorrar un poco, podemos incumplir con la legislación y arriesgarnos a fuertes sanciones, administrativas y económicas.
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