Los abonos o fertilizantes permiten enriquecer la tierra o sustrato con aquellos nutrientes que favorecen el crecimiento de las plantas en el campo o en nuestro jardín.
Pero los fertilizantes son más que un simple aporte de nutrientes. Los abonos también pueden mejorar la calidad del suelo mejorando sus características (propiedades físicas, químicas o biológicas; retención de humedad; reducción de la escorrentía; reducción de lixiviación; crecimiento de microbiota beneficiosa para el cultivo; etc.); así como evitar el empobrecimiento del suelo.
La protección del suelo debe ser una prioridad en un proceso agrícola sostenible; al igual que evitar su empobrecimiento en calidad (ya sea por pérdida de nutrientes o por su exceso que impidan el crecimiento óptimo de otros cultivos o la contaminación de aguas naturales). Por ello, el control del tipo de fertilizantes (deben estar inscritos en el Registro de productos fertilizantes) y de su forma de uso deben estar regulados. Actualmente podemos utilizar fertilizantes químicos y abonos orgánicos aptos para agricultura convencional y agricultura ecológica.
Abonos: microorganismos, materias activas y residuos
El compostaje es un proceso biológico en el que los microorganismos descomponen biológicamente y mineralizan un sustrato orgánico (por ejemplo restos de poda u otros restos vegetales, o residuos de cosecha) logrando un producto final estable y seguro desde el punto de vista de la sanidad vegetal (sin patógenos) que aporta nutrientes y protección al suelo. Los microorganismos están de forma natural en la planta y en el suelo, pero la tasa de descomposición (mineralización) puede ser demasiado lenta para las necesidades del suelo. Algunos estudios ya muestran como la adición de ciertos microorganismo beneficiosos (autóctonos) pueden mejorar la tasa de descomposición o las características de los nutrientes obtenidos. Igualmente se evalúa la idoneidad de distintos residuos vegetales como los más aptos para un tipo de cultivo concreto.
Por otro lado está la opción de utilizar el propio microorganismo como fertilizante. Este podría ser el caso de microalgas fotosintéticas. Estas se cultivan en biorreactores y además de servir como fertilizantes también actúan disminuyendo el dióxido de carbono de la atmósfera, ya que realizan la fotosíntesis. Pero además podría presentar también otro aspecto beneficioso permitiendo detoxificar o reducir la carga orgánicas de aguas residuales de otras industrias usando estos desechos como medio de cultivo de las algas en los biorreactores (por ejemplo en industrias cárnicas, olivareras, lácteas, etc.).
La tecnología química también ha permitido crear materias activas con propiedades específicas que mejoran la aplicabilidad del fitosanitario (resistencia al agua, penetrabilidad, etc.) así como su especificidad frente a un patógeno concreto. Por ejemplo, tratamientos preventivos frente al mildeu de la vid.
Igualmente la utilización de microorganismos para el control biológico de plagas pueden ser utilizados para la prevención y tratamiento de enfermedades causadas por hongos, virus o bacterias.
Las alternativas de futuro para la utilización de fertilizantes y abonos así como de fitosanitarios pretenden un doble fin: mejorar la eficiencia de la fertilización y reducir el impacto medioambiental de las prácticas agrícolas.
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